martes, 15 de abril de 2008

DE JAPONESES Y TRIOS





La otra noche fui a cenar a un japonés. Suntory se llama y está en el Paseo de la Castellana, 36 , por si alguno decide probar sus exquisiteces. Adoro el sushi, sus especialidades, sus salsas, ummmm. Y la compañía no podía ser mejor. Fui acompañada, mejor dicho, flanqueada por dos tíos imponentes. Son dos amigos. No voy a dar nombres porque la red es muy pequeña, pero os diré que a cada cual más imponente e inteligente.



Los dos me invitaron a cenar y yo no tuve valor para escoger. Bueno, en realidad no quise escoger porque los dos me gustan horrores, asi que les dije que quedaría con los dos si ninguno de ellos tenía problemas, y con un guiño les reté a ver quien se llevaba el gato al agua, y les pareció bien.


Creo que los dos pensaron que no estaría mal vencer al contrario. Los hombres son tan primitivos en ese aspecto. Han de demostrar su virilidad y su supremacía ante los demás machos. Tan tierno¡¡ Igual que los animales.


Yo que ya me veía venir el percal estuve de lo más retorcida. Busqué el atuendo perfecto para insinuar y calentar pero sin dejar a la vista demasiada carne. A estos dos les gusta dar rienda suelta a la imaginación. Hay que ver lo que se llega a calentar un hombre solo imaginando lo que hay debajo de una fina tela de seda o de raso.




Elegí un vestido lencero de raso, color verde esmeralda, lo suficientemente escotado para que se pudieran ver las puntillas del sujetador de seda verde y negro que llevaba, lo suficientemente corto para que al moverse pudieran distinguir los lazos del liguero. Zapatos de tacón, alttiiiiiiisimos, y perfume francés, que vaporicé sobre mi cuerpo en partes estratégicas: las corvas de las rodillas, los hombros, detrás de los lóbulos de las orejas, mi nuca, las muñecas, los codos.




Puedo asegurar sin temor a equivocarme que sentí como se les afilaban los colmillos al verme. Ese instinto cavernícola del macho cuando ve a su presa. Lo que no sabían es que la cazadora siempre resulto ser yo.

La cena resultó divertidísima. Los dos se deshacían en halagos y los dos intentaron meterme mano bajo la mesa, sin que el contrario se percatase, y yo disfruté tanto que me dejé hacer.

Si uno iba al baño, el otro me besaba antes de que llegase y viceversa.

Bebimos más de la cuenta, un Clos Mathis Riesling 2003 que nos recomendaron. Luego algo de saque y, finalmente, una copa en Gabana, donde jugamos, bueno, más bien jugué de lo lindo con ellos.


Me pidieron que decidiera y con un mohín les dije que me resultaba imposible elegir solo a uno. ¡Era tan injusto para el contrario¡. Asi que les propuse un juego peligroso, a sabiendas de que iban a aceptar. Sus colmillos ya eran un hecho y ninguno de los dos se molestaba en disimularlos.

Les invité a casa y les propute un juego muy divertido: pasar la noche los tres juntos. Al principio se quedaron algo sorprendidos pero, a esas horas de la noche ya no hay vergüenzas que vencer.


Solo puedo decir que fue una noche increible. Una experiencia muy agradable y tremendamente divertida. Disfruté como una mala bestia, pero ellos, ellos no lo olvidarán nunca.

martes, 8 de abril de 2008

ME ABANDONO A CUALQUIER PLACER


Cuido mi cuerpo como si fuese un templo porque lo es. No me avergüenzo de él porque es el instrumento que mayor placer me brinda. Pero no solo tengo un cuerpo, también tengo un cerebro y es ese el que me ha permitido comprender que disfrutar del placer es lo más inteligente que una persona puede hacer.


No creo en la monogamia, no a largo plazo al menos. La respeto pero no va conmigo. ¿Porqué tengo que renunciar a disfrutar de la compañía y algo más de todos esos hombres maravillosos que conozco?


No tengo prejuicios. Los prejuicios nos hacen esclavos de creencias absurdas. Salgo a la calle para comermela, pisando fuerte y diciendo: aqui estoy yo¡¡

¿Y qué? Me la trae flojísima que me señalen con el dedo. Los "aderezos" que le han puesto a mi nombre en el buzón me parecen pueriles y ridículos.

Estas mojigatas que tengo por vecinas, en su simpleza, deben pensar que me siento ofendida porque me llamen zorra o puta.


A menudo veo como me miran y es puta envidia. Envidia porque son incapaces de abandonarse, de volverse unas perras en la cama cuando desean a un hombre, porque no saben que una puede ser muy señora y una arrastrada a la vez. ¿Y qué?


La del tercero ni se imagina las carcajadas que me he pasado a su costa cuando su marido intenta imitar sus absurdos gemidos cuando está entre mis piernas. La muy lerda se lo merece, por supuesto. Ella la típica remilgada a la que le escandaliza el hecho de que la arrojen sobre una alfombra en horas no estipuladas, la típica maruja que no folla por no despeinarse el moldeado el día que le ha tocado peluquería.

Yo disfruto de mi cuerpo, de mi condición y me abandono hasta que mis pelos quedan enmarañados como si fuese una leona.


Ya he pasado justito los treinta. Asi que a estas alturas se perfectamente lo que quiero y no es ser pareja ni esposa ni mujer de nadie. Quiero ser libre y hacer lo que me venga en gana cuando me venga en gana.


Lo aprendi siendo muy joven. Abandonate a tus instintos más bajos y subyugantes. Vive cada experiencia al limite y no sigas ninguna regla.


Tengo las ideas claras y un cerebro privilegiado y encima, para colmo, un cuerpo que vuelve locos a los hombres sin proponermelo, y por supuesto lo utilizo.

Los dioses me han bendecido. ¿que más se puede pedir?

lunes, 7 de abril de 2008

PISANDO FUERTE




Si hay algo que detesto es tanta hipocresía. Estoy hasta los huevos de aguantar gilipolleces. Cansada de tener que sonreir cuando no me apetece una mierda. Ya está bien de tanta soplapollez. No soy politicamente correcta ni tengo intención de serlo. No sonrío a mis vecinos porque no se me pone en el mismo. No tengo porque hacerlo. Me la resbala. No quiero caerle simpática a nadie porque, por lo general, no me suele caer simpática la gente.




Me repatea las tripas estas perdonavidas que me miran por encima del hombro y me sonríen con cierta condescendia, a la vez que sus jetas expresan su mayor repulsa y rechazo hacia mi persona.


Visto como quiero. Si, llevo la falda muy corta, escotes vertiginosos y follo cuando me apetece y con quien me apetece. Soy libre y tengo intención de seguir siendolo y a quien no le guste que no mire.




No me importa que me miren y murmuren y mucho menos que me llamen puta, porque, como dice mi amiga Lola, mi coño lo disfruta. Lo que no soporto es que cuchicheen. ¡La hostia¡, con eso si que no puedo.




Estas santurronas que me rodean pueden insultar y criticar, pero por lo bajini, porque no hay ovarios suficientes para decirme a la cara lo que piensan. Claro que a lo mejor lo que hay es miedo. Ya saben como me las gasto y a lo mejor me paso por la piedra a todos y cada uno de sus mariditos. Sobre todo al marido de la del tercero, que está cañón